Familia, Reflexiones

-** Carta de un esposo arrepentido…-


Amada esposa, hace tiempo que el remordimiento me carcome el alma y no puedo conseguir la calma, no he sido honesto contigo; así que he decidido contártelo todo aunque sepa que esto te romperá el corazón; antes de empezar mi confesión te pido que me perdones por todas las madrugadas que has pasado llorando por mi ausencia, aferrándote a la almohada mientras yo en otros brazos estaba.

En más de una ocasión al llegar a casa, amaneciendo con aliento a alcohólico y una letanía de estúpidos pretextos encubriendo mi cobardía, veía tus ojos abnegados de llanto y tus labios fingiendo una sonrisa intentando decirme cuánto te dolía mi desamor, sin contar las veces que fingías dormir y apretabas los puños bajo las sábanas mientras tu corazón golpeaba con furia tu pecho.


Nunca olvidaré aquel 14 de febrero en que te esmeraste preparando la cena, te pusiste tu mejor vestido y mantuviste despiertos a los niños hasta las 12:30 de la madrugada esperando verme cruzar la puerta sólo para decir a coro: ¡Hola, feliz día del amor! Pero esa noche también llegué de madrugada, abrí la puerta y miré 3 regalos sobre la mesa, apreté los puños, contuve el llanto y me sentí como el más ruin de los hombres; miré a mis hijos con carita desilusionada, mire tu rostro torturado por el llanto y en mi almohada una tarjeta que decía: «Con todo mi amor para el hombre de mi vida, Te amo».

Fue como recibir mil puñaladas en el corazón, a punto estuve de perder la razón pensando en cuánto dolor te había provocado por mi supuesta «hombría»; si… esa, de la que presumimos muchos al sentirnos muy hombres, invitando la copa a los amigos y teniendo otras mujeres que al final sólo dejan desolación en el alma.


Hoy he comprendido todo lo que vales.  Eres una gran mujer, un extraordinario ser humano, una gran madre y la mejor esposa; lástima que no pueda decírtelo de frente porque justo hoy me has abandonado, ahora me encuentro solo con mi hombría por compañía, mientras mi cobardía se ríe a carcajadas de mí.

Hay tantos que como yo, hoy lloran arrepentidos, pienso también en aquellos que aun no saben lo que les espera cuando su mujer comprenda lo poco hombres que son.

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