Sé que siempre me ayudas a cargar mi cruz con la fortaleza que me regalas a cada momento y con la colaboración del ángel del Señor que no me abandona y trae tranquilidad a mi existir.
Al final, si durante mi camino te soy fiel, podré ver tu dulce rostro como recompensa a mi fidelidad.
Tu envías tus ángeles para que rodeen y defiendan a los que te aman. Que yo pueda serte fiel y jamás perderme detrás de sueños vanos y efímeros pues es lo eterno lo que debemos perseguir, superando los contratiempos de esta vida para que al final sea la honra y la gloria de tu nombre lo que se consiga.
Hoy te pido que alegres nuestro día a día con la abundancia de tu providencia.
Te digo al oído: Eres mi Salvador, por eso confío y no temo porque mi fuerza y mi poder eres Tú. Quédate conmigo, abrazándome fuerte. Te necesito, mi dulce Jesús de Nazaret.
Que la santísima Virgen María Milagrosa nos arrope con su manto. Amén.
Fuente: P. Alexis Gutiérrez